martes, 6 de marzo de 2012

Cerrada...




- ¡Basta ya!
- ¿Qué vas a hacer?
- Lo que debía haber echo hace mucho tiempo, voy a esconderte en un sitio del que no puedas salir de forma inesperada ni causarme más problemas.
- Pensaba que eras mi amiga, pero veo que no es así, ¡eres tan mezquina como el resto!
- No me eches a mi la culpa, ¡todo esto es por tu culpa! Te dije que te mantuvieras alejada, entra ahí ahora mismo y no quiero oírte gritar ni quejarte.
- ¡¡No la cierres!! Te prometo que no saldré. Lo juro y...
- Tus promesas no significan nada. Te conozco, empezarás a hablar, a gimotear y a abrir la puerta para contarme esto o aquello cada vez que te apetezca y...
- No puedes esconderme, formamos una pareja. Prometimos ser las mejores amigas pasara lo que pasara ¿te acuerdas?
- Eso fue antes de que te convirtieras en mi peor enemiga.
- ¡Por favor, por favor, déjame salir de aquí!, te necesito. Se supone que siempre vamos a estar juntas. ¡No me dejes sola!, tengo mucho miedo... Seré buena y haré todo lo que me pidas, pero, por favor, déjame salir...


Volvió a sentarse en la cama y ya sola, débil y agotada, se tapo los oídos con la almohada para no oír los sollozos que traspasaban la puerta. Por fin estos se convirtieron en gemidos, y, más tarde, en silencio. A continuación, exhausta, se sumió en su particular mundo de sueños en donde no hay lugar para la tristeza.

No hay comentarios: